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¿Es posible que existan las brujas? ¿Se esconden en algún lado y sólo salen de noche? ¿Tienen gatos negros y escobas? ¿Hacen pócimas y se ríen muy fuerte? ¿O todo eso es parte de las leyendas y los cuentos? Y, lo más importante, ¿queremos que existan? La protagonista de este cuento es una niña curiosa y atenta, perspicaz e inocente, que tiene una certeza: ella nunca vio una. Y mientras visita la casa de su abuelita, que vive justo donde se termina la ciudad y empieza el campo, abre bien los ojos y los sentidos. ¿Será que hay alguna bruja cerca de lo de esa abuela un poco mágica, un poco misteriosa, con la que tanto le gusta estar? Nunca vi una bruja es una historia tierna, sobre los mitos de la infancia -y no tanto-, sobre la naturaleza, sobre los conocimientos ancestrales y las ganas de tener una mirada ilusionada sobre las cosas de todos los días. El libro cierra con un juego que invita al lector, la lectora, a preguntarse y averiguar si alguna vez vieron una bruja.

Nunca vi una bruja

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¿Es posible que existan las brujas? ¿Se esconden en algún lado y sólo salen de noche? ¿Tienen gatos negros y escobas? ¿Hacen pócimas y se ríen muy fuerte? ¿O todo eso es parte de las leyendas y los cuentos? Y, lo más importante, ¿queremos que existan? La protagonista de este cuento es una niña curiosa y atenta, perspicaz e inocente, que tiene una certeza: ella nunca vio una. Y mientras visita la casa de su abuelita, que vive justo donde se termina la ciudad y empieza el campo, abre bien los ojos y los sentidos. ¿Será que hay alguna bruja cerca de lo de esa abuela un poco mágica, un poco misteriosa, con la que tanto le gusta estar? Nunca vi una bruja es una historia tierna, sobre los mitos de la infancia -y no tanto-, sobre la naturaleza, sobre los conocimientos ancestrales y las ganas de tener una mirada ilusionada sobre las cosas de todos los días. El libro cierra con un juego que invita al lector, la lectora, a preguntarse y averiguar si alguna vez vieron una bruja.